Todo comenzó hace más de 160 años, allá por 1840, cuando nuestra familia dio sus primeros pasos en el mundo del olivar. Con un pequeño terruño de apenas una hectárea en el corazón de la sierra Subbética, se sentaron las bases de lo que más tarde sería una gran historia de esfuerzo, amor por la tierra y dedicación al aceite de oliva. En 1918, Antonio López Ortiz de la Torre marcó un hito al construir el primer molino familiar, una almazara innovadora equipada con prensas hidráulicas y muelas troncocónicas, la mejor tecnología de su época. Fue un salto adelante que definió nuestro compromiso de extraer lo mejor de los frutos de la tierra.
Con el paso del tiempo, los hermanos Antonio y Vicente López Jiménez tomaron el relevo, llevando la empresa a su madurez. En 1978, Sucesores Hermanos López S.A. se constituyó oficialmente como sociedad, consolidando un patrimonio que ya abarcaba 700 hectáreas de olivar. Esta etapa fue clave en nuestra historia: modernizamos la vieja almazara, adoptando un sistema continuo ecológico que eliminaba la producción de alpechín, y apostamos por la comercialización de aceites de máxima calidad. Así nacieron nuestras marcas insignia: Morellana y La Laguna, reflejo de nuestro compromiso con la excelencia y la tradición.
Hoy, la sexta generación de la familia López lidera la empresa con una visión clara: honrar nuestro legado mientras miramos hacia el futuro. Hemos transformado parte de nuestras tierras más queridas al cultivo ecológico, cuidando cada finca con esmero para extraer lo mejor de los olivos que abrazan las estribaciones del Parque Natural de las Sierras Subbéticas. Este esfuerzo combina siglos de experiencia con la tecnología y sostenibilidad de vanguardia, reafirmando nuestra misión de producir aceites de oliva virgen extra de calidad inigualable.
A lo largo del tiempo se ha logrado construir algo más que una empresa: se ha forjado una forma de entender el olivar y el aceite de oliva virgen extra.
Esta identidad, cincelada con el trabajo incansable, se sustenta en una combinación única de tradición arraigada y mirada pionera. Una trayectoria coherente, guiada por valores que se sienten y se viven en cada decisión: la honestidad en el hacer, la maestría que solo da la experiencia, el respeto profundo por la tierra y por quienes la trabajan.
Apostamos por la producción integrada cuando aún era incipiente, por lo ecológico cuando era minoritario, y por el diseño innovador cuando lo habitual era repetir fórmulas.
Creemos que la excelencia no es solo una meta, sino una actitud. Por eso cuidamos los detalles, rompemos moldes cuando es necesario y miramos al futuro con la misma pasión con la que nuestros antepasados miraban sus olivos.
Ese es, y seguirá siendo, nuestro compromiso con el buen hacer.
A lo largo del tiempo se ha logrado construir algo más que una empresa: se ha forjado una forma de entender el olivar y el aceite de oliva virgen extra.
Esta identidad, cincelada con el trabajo incansable, se sustenta en una combinación única de tradición arraigada y mirada pionera. Una trayectoria coherente, guiada por valores que se sienten y se viven en cada decisión: la honestidad en el hacer, la maestría que solo da la experiencia, el respeto profundo por la tierra y por quienes la trabajan.
Hoy, la sexta generación de la familia López lidera la empresa con una visión clara: honrar nuestro legado mientras miramos hacia el futuro. Hemos transformado parte de nuestras tierras más queridas al cultivo ecológico, cuidando cada finca con esmero para extraer lo mejor de los olivos que abrazan las estribaciones del Parque Natural de las Sierras Subbéticas. Este esfuerzo combina siglos de experiencia con la tecnología y sostenibilidad de vanguardia, reafirmando nuestra misión de producir aceites de oliva virgen extra de calidad inigualable.
Todo comenzó hace más de 160 años, allá por 1840, cuando nuestra familia dio sus primeros pasos en el mundo del olivar. Con un pequeño terruño de apenas una hectárea en el corazón de la sierra Subbética, se sentaron las bases de lo que más tarde sería una gran historia de esfuerzo, amor por la tierra y dedicación al aceite de oliva. En 1918, Antonio López Ortiz de la Torre marcó un hito al construir el primer molino familiar, una almazara innovadora equipada con prensas hidráulicas y muelas troncocónicas, la mejor tecnología de su época. Fue un salto adelante que definió nuestro compromiso de extraer lo mejor de los frutos de la tierra.
Con el paso del tiempo, los hermanos Antonio y Vicente López Jiménez tomaron el relevo, llevando la empresa a su madurez. En 1978, Sucesores Hermanos López S.A. se constituyó oficialmente como sociedad, consolidando un patrimonio que ya abarcaba 700 hectáreas de olivar. Esta etapa fue clave en nuestra historia: modernizamos la vieja almazara, adoptando un sistema continuo ecológico que eliminaba la producción de alpechín, y apostamos por la comercialización de aceites de máxima calidad. Así nacieron nuestras marcas insignia: Morellana y La Laguna, reflejo de nuestro compromiso con la excelencia y la tradición.
Hoy, la sexta generación de la familia López lidera la empresa con una visión clara: honrar nuestro legado mientras miramos hacia el futuro. Hemos transformado parte de nuestras tierras más queridas al cultivo ecológico, cuidando cada finca con esmero para extraer lo mejor de los olivos que abrazan las estribaciones del Parque Natural de las Sierras Subbéticas. Este esfuerzo combina siglos de experiencia con la tecnología y sostenibilidad de vanguardia, reafirmando nuestra misión de producir aceites de oliva virgen extra de calidad inigualable.
A lo largo del tiempo se ha logrado construir algo más que una empresa: se ha forjado una forma de entender el olivar y el aceite de oliva virgen extra.
Esta identidad, cincelada con el trabajo incansable, se sustenta en una combinación única de tradición arraigada y mirada pionera. Una trayectoria coherente, guiada por valores que se sienten y se viven en cada decisión: la honestidad en el hacer, la maestría que solo da la experiencia, el respeto profundo por la tierra y por quienes la trabajan.
Apostamos por la producción integrada cuando aún era incipiente, por lo ecológico cuando era minoritario, y por el diseño innovador cuando lo habitual era repetir fórmulas.
Creemos que la excelencia no es solo una meta, sino una actitud. Por eso cuidamos los detalles, rompemos moldes cuando es necesario y miramos al futuro con la misma pasión con la que nuestros antepasados miraban sus olivos.
Ese es, y seguirá siendo, nuestro compromiso con el buen hacer.